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Filosofìa de la educaciòn

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LA FILOSOFIA DE LA PRAXIS
RODOLFO MONDOLFO
Hace 27 años fallecía en Buenos Aires -el 15 de julio de 1976-, el pensador y humanista italiano Rodolfo Mondolfo, ilustres sabio con quien todavía la cultura argentina, y fundamentalmente, la Universidad de Buenos Aires, está en deuda.
Por: Emilio J. Corbière
Mondolfo era un patriarca, un sabio en la concepción clásica del vocablo. No en vano, desde la lejana niñez transcurrida al norte de Italia, y luego en Florencia, donde conoció los


claustros universitarios, se había familiarizado con Demócrito, Heráclito, Platón y Aristóteles.
Al fallecer, Mondolfo tenía 99 años y hasta el último momento se mantuvo lúcido y sereno. La suya fue una vida ejemplar, la de quien por el azar del destino y siendo muy joven, ocupó en Milán nada menos que el aula donde enseñaba el gran poeta Josué Carducci.

Entendiendo la filosofía como problematicidad y no como sistema, dedicó su esfuerzo al análisis de la filosofía y de su historia, preferentemente la de tres períodos: la antigüedad griega; la moderna, de Hobbes a Condillac y el marxismo.

Fueron particularmente importantes sus estudios sobre la filosofía y el pensamiento griego, donde destacó la relevancia de sus elementos más dinámicos, la idea de infinito y el subjetivismo; y en cuanto al marxismo, resaltó la antropología subyacente en las concepciones de Marx y Engels.

Pero Mondolfo, ante todo fue un humanista, tal vez uno de los últimos exponentes renacentistas. Era un pensador comprometido con su época y para quien los problemas de la justicia social, la libertad, la ética, la transformación de la sociedad, no le eran ajenos. Su vida fue la de un creador, la de un trabajador silencioso e infatigable.

Había nacido el 20 de agosto de 1877, en Senigaglia, frente al mar Adriático, provincia de Ancona, Italia. Graduado en filosofía -a los 22 años- en la Universidad de Florencia, publicó su primera obra -la tesis doctoral- que anticipó su personalidad sobresaliente: 'Memoria y asociación en la escuela cartesiana (Descartes, Malebranche y Spinoza)', con un apéndice sobre la 'Historia del inconsciente'.

Discípulo de Antonio Labriola

Discípulo del eminente Antonio Labriola, quien a su vez lo había sido de Federico Engels, Mondolfo desarrolló la filosofía de la praxis, una filosofía de la actividad, que coloca al hombre como sujeto real y activo en el centro de todo proceso cognocitivo y práctico. 'El hombre -decía Mondolfo-, con su espíritu, con su acción, con sus manifestaciones, debe reconocerse como un principio de actividad que está frente a la naturaleza, que reacciona contra ella, que crea todo el mundo de la sociedad y de la historia, de manera que es un creador y no solamente producto'.

Docente libre desde 1904 dictó cátedra en Padua, Turín y Bolonia, alternando sus investigaciones científicas con la militancia política. Fue redactor -desde principios de siglo- de la ya legendaria revista socialista italiana 'Crítica Sociale', dirigida por Felipe Turati y Claudio Treves, perseguida y clausurada finalmente por el fascismo.

En 1938 debió dejar la Universidad de Bolonia, ya que las leyes racistas impuestas por el dictador Benito Mussolini dispusieron que los profesores de origen hebreo abandonasen sus cátedras. Fue entonces cuando decidió emigrar a la Argentina, junto a su esposa y colaboradora, Augusta Algranatti, y sus tres hijos. Al tomar el tren en la estación de Bolonia, en dirección al puerto de Génova donde se embarcaría con su familia, tres personas lo despidieron: su hermano Hugo, el socialista Treves y el dramaturgo italiano Alfredo Galetti.

Antes de embarcarse, los Mondolfo sufrirían una nueva afrenta de las autoridades fascistas: en el pasaporte de su mujer estamparon con un sello la letra jota que señalaba su origen judío.

Su obra en la Argentina

Llegó en 1939 a la Argentina donde prosiguió sus estudios e investigaciones. A pesar de las gestiones del profesor Coriolano Alberini, no logró ingresar como profesor permanente en la Facultad de Filosofía de Buenos Aires. Una trenza de catedráticos -a la que Alberini no le era ajena-, le impidió enseñar en el claustro porteño. Pero si el mundo oficial de la época y las camarillas docentes no le brindaron esa oportunidad, pronto recibió invitaciones de las universidades del interior del país. En la Facultad de Humanidades de La Plata, cuyo decano era Alfredo Calcagno, y su secretario el guatemalteco Juan José Arévalo, pronunció una conferencia sobre 'Orígenes y sentido de la cultura humana'.

Enseñó en Córdoba y poco después el profesor Risieri Frondizi, entonces director del Departamento de Filosofía de la Universidad de Tucumán, lo invitó a que dictara un curso sobre 'El infinito en el pensamiento antiguo'. Mondolfo obtuvo una cátedra de Griego y de Historia de la filosofía, en la Universidad de Córdoba -entre los años 1940 y 1948-, para luego retornar a la de Tucumán, donde dirigió el Instituto de Filosofía, y en donde dictó su cátedra de Filosofía antigua.

Así fue que la Universidad porteña rechazó al sabio mientras la enseñanza universitaria del interior lo supo reconocer como maestro. Justamente, en la Universidad de Córdoba se dijo entonces: 'Mondolfo era, hasta el momento, la más completa personalidad filosófica que en los años del siglo había asumido entre nosotros el ejercicio regular de la docencia'. En Tucumán, la Universidad editó en su homenaje dos volúmenes de estudios de la filosofía.

Pensamiento y acción

Al concluir la Segunda Guerra Mundial, precisamente a fines de los años cuarenta, Mondolfo recibió propuestas muy importantes desde Europa y los Estados Unidos de Norteamérica, para que emigrara a fin de dirigir institutos y centros científicos, algunos de los cuales, se le propuso, serían organizados para que él los encabezara con rentas y personal a su disposición.

Sin embargo, se había encariñado con la Argentina, a pesar de la discriminación que había sufrido por la clase profesoral conservadora de la época, y prefirió quedarse aquí, en donde elaboró muchas de sus obras y produjo una importante generación de discípulos.

En Europa, a fines de los años veinte, había editado 'El pensamiento antiguo-Historia de la filosofía grecorromana' (1928), y ya en la Argentina produjo 'El problema del conocimiento desde los presocráticos hasta Aristóteles' (1940), 'Sócrates' (1941), 'Moralistas griegos. La conciencia moral de Homero a Epícuro' (1941), 'La filosofía política en Italia del siglo XIX' (1942), 'El genio helénico y los caracteres de sus creaciones espirituales' (1943), 'Rousseau y la conciencia moderna' (1944), 'El infinito en el pensamiento de la antigüedad clásica' (1956) y 'Heráclito y Parménides' (1965).

Todavía recuerdo al viejo maestro, a fines de los años sesenta, cuando solía reunirse en un bar de la avenida Federico Lacroze, cerca de su domicilio, con sus amigos y discípulos, una tertulia en donde se conversaba sobre los temas del día o se resolvían intrincados problemas del pensamiento filosófico o cultural. A esas tertulias concurrían, entre otros, M. H. Alberti, Oberdam Caletti, Boleslao Lewin, Gregorio Weinberg, Luis Di Filipo, Alfredo Galletti y quien escribe estas líneas.

Mondolfo publicaba permanentemente en la revista 'Critica Sociale' que reapareció después de la caída del fascismo y estaba en permanente comunicación con sus amigos y discípulos italianos. Nunca perdió contacto con Italia. Tenía la sencillez del auténtico maestro, escuchaba con atención a todos, y sus juicios eran serenos, críticos, profundos. Antes que nada, alentaba a profundizar los conocimientos, a resolver los problemas sobre la base del estudio y la meditación. No daba conclusiones maniqueas, sino que se limitaba a opinar y nunca imponía su criterio al que su ancianidad ilustre lo hubiera permitido.

Permanentemente se informaba, tanto de los hechos políticos y sociales cotidianos como de los nuevos estudios filosóficos e históricos que se iban produciendo en los grandes centros culturales europeos, latinoamericanos y en el mundo sajón. En 'Marx y marxismo' y en 'El humanismo de Marx', el sabio italiano reunió, a principios de los años sesenta, sus nuevos aportes al estudio del pensamiento socialista, que había iniciado, en 1912, con su célebre obra 'El materialismo histórico en Federico Engels', cuyas dos ediciones en castellano se han agotado hace tiempo.

Polemizó con el estalinismo, condenando todas las formas de dictadura, y defendió un marxismo sin dogmas. Confrontó sus ideas con las de otro gran humanista y revolucionario italiano, Antonio Gramsci, con quien coincidió y discrepó, pero supo reconocer en el comunista mártir del fascismo, su profundidad conceptual y política. En Gramsci resaltó su reflexión sobre la necesidad, que es a la vez exigencia, de que el movimiento de los trabajadores desplegara su propia conciencia de una nueva humanidad y cultura. Señalaba Mondolfo que 'por esa hegemonía Gramsci aspira a la formación del bloque histórico de élite y masa, es decir, a la superación de su cisma actual'.

Heráclito y el materialismo griego

Mondolfo fue un pensador de formación marxista, y como el propio Marx, rastreó en el pensamiento materialista griego de Heráclito, Demócrito y Leucipo los grandes fundamentos de la filosofía presocrática, es decir jónica, que resurgirían con renovada fuerza durante el Renacimiento, con el despliegue de la corriente hegeliana y principalmente con la formulación del materialismo dialéctico e histórico.

Su obra póstuma sería su 'Heráclito'. Mondolfo escribió durante su vida diversos Heráclitos y finalmente le dio forma a este fundamental trabajo de investigación sobre las concepciones antiguas. El filósofo italiano, como Nietzsche y Marx, reivindicó el espíritu libre de Heráclito frente a las formulaciones dogmáticas o sectarias. Nietzsche había señalado con acierto: 'El mundo tendrá eternamente necesidad de verdad, y por eso tendrá eternamente necesidad de Heráclito'.

Esa pasión por el estudio y la investigación del pensamiento antiguo y por el marxismo, la alternó con otra obra casi ciclópea: tradujo con la colaboración de su mujer, del alemán al castellano, la monumental 'Ciencia de la Lógica' de Hegel. Mondolfo, a lo largo de su vida, publicó cerca de cuatrocientos títulos, entre libros, folletos y artículos en revistas especializadas y en publicaciones políticas. Dirigió colecciones filosóficas para las editoriales italianas Nueva Italia de Florencia y Capelli de Bolonia, y tradujo, anotó y amplió sustancialmente la obra de Eduardo Zeller, 'Historia del pensamiento antiguo', que actualmente recibe el nombre de Zeller-Mondolfo.

Produjo ensayos diversos y estudios sobre Descartes, Malebranche, Spinoza, Condillac, Tomás Hobbes, Helvetius, Ardigó, Marx, Engels, Feuerbach, Antonio Gramsci, György Lukács, Eric Fromm, Raya Dunayevskaya, y muchos otros. Su análisis sobre el pensamiento de Giordano Bruno, el filósofo medieval muerto en la hoguera inquisitorial, es particularmente importante porque rastrea los orígenes del marxismo en esos antecedentes intelectuales. Bruno había destacado la técnica y el trabajo humano en la formación y desarrollo intelectual del hombre y de la mujer, y antes que Marx había enseñado que 'para comprender el mundo se necesita querer cambiarlo'.

No fue historicista ya que no quiso encasillarse en ninguna capilla. Luciano Vernetti en su 'Rodolfo Mondolfo e la filosoía della prassi' sostuvo acertadamente que 'en la variedad de los temas que tratara y en la coherencia del rigor, es constante el sello de una atención permanente al hombre y a las estructuras con las que se expresa'.

El marxismo como brújula del movimiento obrero

Mondolfo estudió el papel desempeñado por el humanismo de Ludwig Feuerbach en el pensamiento de Marx y Engels, que les permitió a éstos recorrer el tránsito entre el naturalismo y el historicismo.

En su obra sobre el materialismo histórico en Engels y en 'Tras la huella de Marx' (1919), reconoció -con Antonio Labriola-, la exigencia de libertad humana inseparable del marxismo frente a las vulgarizaciones que lo desnaturalizaban. A fines de los años veinte descubrió y difundió los 'Manuscritos económico-filosóficos de 1848', escritos por Marx y obra desconocida hasta entonces, luego difundidos por el soviético D. Riazanov.

Asimismo, en su polémica con el líder juvenil del ala derecha del Partido Socialista, Carlo Rosselli, que se produjo en las páginas de 'Critica Sociasle', entre fines de 1922 y principios de 1923, Mondolfo defendió al marxismo como brújula del movimiento obrero en su lucha liberadora.

Rosselli, fundador del llamado 'socialismo liberal', que animó luego el grupo antifascista 'Justicia y Libertad', y resultó asesinado junto a su hermano Nello, durante su exilio en Francia, por órdenes de Mussolini, quiso abandonar las concepciones de Marx y Engels a las cuales juzgaba obsoletas.

'Nuestra lámpara no nos basta', dice Roselli. 'Cierto, cometeremos errores, sentiremos incertidumbres, tendremos divergencias', sostiene Mondolfo. Y agregaba: 'Pero si la infalibilidad y la seguridad dogmática hay que dejarla a quien (¡dichoso de él!) posea una luz sobrenatural, ¿cuánto más insegura y penosa no ha de ser nuestra condición si renunciáramos a esa luz intelectual que puede ser concedida al común de los mortales? No es en comparación con los sueños utopísticos, sino sobre el terreno de las posibilidades reales donde debemos buscar cuales son las condiciones de mayor eficiencia para nuestra acción. Este es el asunto: y para mí esta es la razón de ser y la función útil del marxismo en el movimiento proletario'.

En aquella polémica con Roselli, Mondolfo señaló tres nudos esenciales en el aporte y actualidad del marxismo ligado a una acción transformadora de la realidad. Esos tres aspectos son los siguientes:

1) Filosofía de la praxis y materialismo histórico, o sea concepción voluntarista y crítico-práctica de la historia, reconocimiento de la importancia central de la necesidad y del hecho económico en la actividad humana y en la historia de la sociedad, y afirmación de la lucha de clases como llave maestra de todos los procesos históricos.

2) Determinación de la esencia de la sociedad actual como antagonismo de burguesía (conjunto, pero no siempre bloque de las clases que detentan los medios de producción y de intercambio) y proletariado (clases trabajadoras, dueñas solo de la propia fuerza de trabajo), y como dominio de la mercancía, donde la misma fuerza de trabajo humano se reduce nada más que a mercancía, sujeta a las leyes económicas de la oferta y la demanda.

3) Reconocimiento del despertar espontáneo, de esta deshumanización, de una inspiración humana en el proletariado: o sea conciencia de clase, que corresponde a la propaganda despertar más claramente y a la teoría socialista iluminar, y a la acción práctica desarrollar, corroborar e intensificar concientemente, pero que tiene esto de característico frente a cualquier otra conciencia de clase: poseer una inspiración humana, o sea universalista, y tender a la emancipación no sólo de sí mismo como clase, sino de la humanidad entera más allá de toda división de clases; o sea no a la afirmación de un nuevo dominio en lugar del viejo, sino a la liberación universal. Pero precisamente por esta característica tan suya, la clase proletaria convertida en arma material de la filosofía, que es su arma espiritual, da al ideal una concreción histórica, y lo hace pasar del campo de la utopía al terreno de la acción realizadora: la acción de clase, por primera vez en la historia, significa marcha hacia la actuación de una humanidad asociada.

Materialismo mecanicista y materialismo dialéctico

Mondolfo demostró en sus obras ya mencionadas y en su fundamental estudio 'Pensamiento revolucionario y conciencia histórica', el error de quienes consideraron al materialismo histórico como una forma del materialismo mecanicista o metafísico que lograba sustento desde una errónea visión positivista.

Consideraba que el marxismo -es decir el materialismo histórico y dialéctico- encontraba su fundamento en una doctrina que considera como centro de toda la realidad al hombre: el hombre en su integridad, en la totalidad de sus exigencias de ser social, de principio o actividad creadora de toda la historia.

Entendía que separar el materialismo de Marx y Engels, en primer lugar, del materialismo metafísico; y, en segundo lugar, señaló la oposición del materialismo histórico frente al determinismo económico, reconociendo que del marxismo surge una inspiración ética fundamental, que consiste 'en la exigencia de libertad humana como fundamento de toda reivindicación, de toda aspiración política y de toda aspiración hacia la sociedad futura'.

En este sentido, Mondolfo resaltó la relación superadora del marxismo con el materialismo en su versión positivista y mecanicista.

Para aquella concepción del materialismo enciclopedista, el hombre no sería más que un producto de la naturaleza, un producto que no puede reaccionar contra su productor y modificarlo, ni ejercitar una acción notable sobre él. En cambio, Marx describió la acción recíproca, el intercambio de dependencia entre el hombre y la naturaleza. No puede comprenderse la naturaleza sin el hombre, como no puede comprenderse al hombre sin la naturaleza.'Accionan -dice Mondolfo-, el uno sobre la otra. Tienen una dependencia recíproca indisoluble, y por eso la filosofía, que quiere conocer y comprender la realidad, debe tener en cuenta de manera igual, ambos elementos, la naturaleza y el hombre'.

Conflicto social y fuerzas innovadoras

Mondolfo explicaba que el marxismo había superado al viejo materialismo vulgar enciclopedista, ya que tanto Marx como Engels consideraban al hombre como un principio de actividad. El hombre -para esta concepción-, ejerce una actividad práctica, y justamente el conocimiento que tiene de la realidad exterior está vinculado 'con la actividad práctica -dice Mondolfo- que él ejerce sobre la realidad exterior. Si el hombre no fuera un ser activo, que quiere ejercer su actividad sobre la realidad exterior, tampoco tendría conocimiento de ella'.

En este sentido Marx sostuvo que 'el aspecto activo fue desarrollado por el idealismo en oposición al materialismo, pero sólo de manera abstracta, pues el idealismo, naturalmente, no conoce la actividad sensible como tal'.

Es el marxismo quien realizó la síntesis superior uniendo el materialismo con la concepción dialéctica de Hegel, concepción que ha permitido dotar de filosofía propia al sujeto real de la transformación social: el proletariado.

Por eso, Marx sostiene avanzando sobre Feuerbach, que para comprender al mundo hay que transformarlo, porque quien no se preocupa de transformar la realidad exterior, nunca podrá llegar a comprenderla en sí misma y en su relación con el hombre.

Es así que Mondolfo consideró al marxismo como 'una actividad práctica, de conocimiento y acción, como fuerza de creación y de transformación histórica, como una fuerza continuamente revolucionaria. Así se afirma la concepción crítico-práctica del materialismo histórico, que constituye la antípoda más decidida del materialismo metafísico'.

En el conflicto social donde se enfrentan las fuerzas innovadoras con las conservadoras, decía Mondolfo, el conflicto se transforma en 'antagonismo y lucha de clases' y ello 'constituye el modo de las transformaciones históricas de la sociedad'.

Porque para el marxismo, el conocimiento humano (y la teoría), no es solamente un puro 'reflejo' de la realidad (o de la práctica política militante) en el cerebro humano, sino que concibe ese conocimiento (y formulación teórica) como una crítica radical articulada dialécticamente con la praxis.

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